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viernes, 25 de julio de 2014

Frases Célebres






lunes, 21 de julio de 2014

Día Internacional al no maltrato del Adulto Mayor


Día Internacional  al no maltrato del Adulto Mayor

jueves, 10 de julio de 2014

SEMBRAR (Mt 13, 1-23)


Al terminar el relato de la parábola del sembrador, Jesús hace esta llamada: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Se nos pide que prestemos mucha atención a la parábola. Pero, ¿en qué hemos de reflexionar? ¿En el sembrador? ¿En la semilla? ¿En los diferentes terrenos?
Tradicionalmente, los cristianos nos hemos fijado casi exclusivamente en los terrenos en que cae la semilla, para revisar cuál es nuestra actitud al escuchar el Evangelio. Sin embargo es importante prestar atención al sembrador y a su modo de sembrar.
Es lo primero que dice el relato: “Salió el sembrador a sembrar”. Lo hace con una confianza sorprendente. Siembra de manera abundante. La semilla cae y cae por todas partes, incluso donde parece difícil que la semilla pueda germinar. Así lo hacían los campesinos de Galilea, que sembraban incluso al borde de los caminos y en terrenos pedregosos.
A la gente no le es difícil identificar al sembrador. Así siembra Jesús su mensaje. Lo ven salir todas las mañanas a anunciar la Buena Noticia de Dios. Siembra su Palabra entre la gente sencilla que lo acoge, y también entre los escribas y fariseos que lo rechazan. Nunca se desalienta. Su siembra no será estéril.
Desbordados por una fuerte crisis religiosa, podemos pensar que el Evangelio ha perdido su fuerza original y que el mensaje de Jesús ya no tiene garra para atraer la atención del hombre o la mujer de hoy. Ciertamente, no es el momento de “cosechar” éxitos llamativos, sino de aprender a sembrar sin desalentarnos, con más humildad y verdad.
No es el Evangelio el que ha perdido fuerza humanizadora, somos nosotros los que lo estamos anunciando con una fe débil y vacilante. No es Jesús el que ha perdido poder de atracción. Somos nosotros los que lo desvirtuamos con nuestras incoherencias y contradicciones.
El Papa Francisco dice que, cuando un cristiano no vive una adhesión fuerte a Jesús, “pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie”.
Evangelizar no es propagar una doctrina, sino hacer presente en medio de la sociedad y en el corazón de las personas la fuerza humanizadora y salvadora de Jesús. Y esto no se puede hacer de cualquier manera. Lo más decisivo no es el número de predicadores, catequistas y enseñantes de religión, sino la calidad evangélica que podamos irradiar los cristianos. ¿Qué contagiamos? ¿Indiferencia o fe convencida? ¿Mediocridad o pasión por una vida más humana?
José Antonio Pagola



miércoles, 9 de julio de 2014

Trabajar por la paz


La comunidad internacional mira con asombro el crecimiento de conflictos en estos últimos tiempos, ataques intencionados a civiles víctimas de los entramados de dirigentes que lejos de trabajar por el bienestar de sus pueblos, trabajan por sus propios intereses: Siria, Gaza, Ucrania, Sudán... y un largo etcétera.

Pareciera que se nos va de las manos la posibilidad de trabajar por la paz, pero hay que empeñarse en ello si queremos hacer presente el Reino en nuestro mundo. No basta con orar por los pueblos sumidos en la violencia, es necesario llevar en el corazón este deseo profundo de paz, fruto del Espíritu (Gal 5,22) que es también deseo profundo de Dios.

Llevar en el corazón este deseo de Paz es una manera de relacionarse con los/as demás: actitud fraterna de aceptación, tolerancia, comprensión, deseo decidido de trabajar por la reconciliación, porque el Amor es superior al odio. Es también una meta personal: no consentirse la violencia ni en sus más mínimas expresiones.

Llevar en el corazón este deseo de Paz es un modo de encarar la vida y sus acontecimientos: serenidad interior fruto de la coherencia de una vida transparente, sin dobleces; es disposición a vivir desde el perdón y la misericordia, aceptarse y gozarse en Dios por encima de sí mismo/a, que con infinita ternura y gratuidad está "siempre con nosotros/as" (Mt 28,20), también en nuestras "pobrezas" y problemas.

Llevar en el corazón este deseo de Paz es un modo de "saber estar" al lado de quien sufre, es saber consolar: Actitud interior que nos deja inquietas ante la violencia de la injusticia, la pobreza, la exclusión y el dolor. Es por tanto trabajar por la justicia, el desarrollo y la promoción de los más necesitados, salir de la instalación personal y disponerme a servir con entrega generosa.

Llevar en el corazón este deseo de Paz es 
un estilo de vivir, acción misionera de vanguardia. ¡¡BIENAVENTURADOS QUIENES TRABAJAN POR LA PAZ!!

(Isabel misionera JMJ)

martes, 1 de julio de 2014

Espíritu Santo recrea nuestra misión

El Espíritu de Jesús fue capaz de seducir al pueblo de los pobres, de los excluidos, en su fila de seguidores había personas que probablemente no se hubieran alistado en la escuela de ningún rabino de su tiempo: pescadores, publicanos, gente de la tierra... Su peculiaridad carismática fue capaz de inquietar a la mujer pecadora (Lc 7,36-50), al injusto Zaqueo (Lc 19,1-10); al ciego tirado al borde del camino Mc (10,46-52)… Se acercaban a él los excluídos de su tiempo: niños (Mc 10,13-16), prostitutas (Lc 7, 37-38), los de otras culturas (Lc 10,30-37), pecadores públicos (Lc 19,1-10), enfermos (Lc 13,10-13)
Desde nuestro carisma MJMJ llevamos recorrido un camino de cercanía y comunión con los más sencillos, los más débiles de nuestro entorno, pero ¿hemos conseguido seducir apasionadamente por Cristo, Palabra y Rostro de Dios Abba, a los más excluidos, a los más dañados de nuestros pueblos, a los preferidos del Reino?
Necesitamos la fuerza del Espíritu que conducía a Jesús: Ven Espíritu Santo, rompe la rutina de nuestro mensaje, fuerza materna que haces renacer constantemente nuevos brotes de Vida en nuestra tierra, recrea nuestra misión, inspira en nosotros/as, con la fuerza de tu creatividad, nuevos caminos para anunciar, con nuevas fuerzas, la Vida del Evangelio.
(Isabel misionera JMJ)

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