Ante el aborto son muchas las actuaciones posibles a las que podemos sumarnos, como consagradas, para que nuestra palabra, a favor de la vida, se oiga.
En primer lugar la participación en manifestaciones, el aporte de firmas y signos a favor de la vida, esto es muy bueno, pero también es lo más fácil.
También podemos implicarnos en actuaciones diversas de acompañamiento a mujeres embarazadas, o colaborar en redes con asociaciones y movimientos pro-vida, esto es ya más difícil, por ser más comprometido, pero también muy necesario.
Por último, nuestra fe y esperanza en Dios, Señor y dador de vida, nos puede hacer ir más allá. Contamos con Cristo que nos ha dicho: “Todo lo que pidáis al padre en mi nombre Él os lo concederá” (Jn 16, 23); “Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, se lo dará mi Padre del Cielo” (Mt 18, 19). Es el poder de la oración, practiquémoslo.
Contamos con María, madre en la familia de Nazaret, mujer que llevó su embarazo en situación nada fácil (Mt 1, 18-19) y que dio a luz a su hijo cuando no había sitio para ellos (Lc 2, 6-7). Pidamos que María enamore, a toda mujer embarazada, de la vida que lleva dentro, porque si cada mujer se enamora de la vida de que es portadora, el aborto quedará abolido, no por las leyes de los estados, sino por la Ley del amor.
Unámonos a esta petición, de forma perseverante, uno y otro día, la oración puede mover montañas.
En primer lugar la participación en manifestaciones, el aporte de firmas y signos a favor de la vida, esto es muy bueno, pero también es lo más fácil.
También podemos implicarnos en actuaciones diversas de acompañamiento a mujeres embarazadas, o colaborar en redes con asociaciones y movimientos pro-vida, esto es ya más difícil, por ser más comprometido, pero también muy necesario.
Por último, nuestra fe y esperanza en Dios, Señor y dador de vida, nos puede hacer ir más allá. Contamos con Cristo que nos ha dicho: “Todo lo que pidáis al padre en mi nombre Él os lo concederá” (Jn 16, 23); “Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, se lo dará mi Padre del Cielo” (Mt 18, 19). Es el poder de la oración, practiquémoslo.
Contamos con María, madre en la familia de Nazaret, mujer que llevó su embarazo en situación nada fácil (Mt 1, 18-19) y que dio a luz a su hijo cuando no había sitio para ellos (Lc 2, 6-7). Pidamos que María enamore, a toda mujer embarazada, de la vida que lleva dentro, porque si cada mujer se enamora de la vida de que es portadora, el aborto quedará abolido, no por las leyes de los estados, sino por la Ley del amor.
Unámonos a esta petición, de forma perseverante, uno y otro día, la oración puede mover montañas.
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