También San José nos enseñará a las Misioneras el secreto de una vida al mismo tiempo activa y contemplativa, en la cual sepamos darnos a la acción, sin descuidar nuestra vida de unión con Dios
Creo en Dios, creador del mundo y todo lo que existe, que creó a la mujer y al hombre a su imagen y semejanza, que creó el mundo y encomendó a los dos sexos el cuidado de la tierra.
Creo en Jesús, hijo de Dios, elegido de Dios, nacido de una mujer, que escuchaba a las mujeres y las apreciaba, que moraba en sus casas y hablaba con ellas sobre el Reino, que tenía mujeres discípulas que lo seguían y lo ayudaban con sus bienes.
Creo en Jesús, que habló de teología con una mujer junto al pozo, y le confió por primera vez que él era el Mesías, que la alentó a que fuera a la ciudad y contara las grandes nuevas - la primera predicadora de las buenas nuevas.
Creo en Jesús: sobre quien una mujer derramó perfume y ungió el ungido de Dios en casa de Simón, que reprendió a los hombre invitados que la criticaban; que curó a una mujer en sábado y le restableció la salud, porque era un ser humano.
Creo en Jesús, que comparó a Dios con una mujer que buscaba una moneda perdida, con una mujer que barría buscando su moneda.
Creo en Jesús que consideraba el embarazo y el nacimiento una metáfora de transformación, un nuevo nacer de la angustia al gozo.Que fue traicionado, crucificado y abandonado, y murió para traer vida en plenitud a todos los seres vivos
Creo en Jesús resucitado, que se apareció primero a las mujeres juntas con María Magdalena, la primera apóstola, y las envió a transmitir el asombroso mensaje; "Id y contad..."
Creo en la universalidad del Salvador, en quien no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos somos uno en Cristo Jesús.
Creo en el Espíritu Santo, que se mueve sobre las aguas de la creación y sobre la tierra.
Creo en el Espíritu Santo, el espíritu santificador de Dios, quien nos convoca y nos congrega y al igual que la gallina nos cubre con sus alas.
Estamos caminando con Jesús. Estamos con Él, queremos ser como Él, por ello cada día nos empeñamos para ser sus discípulos y misioneros.Convertirnos y creer en el Evangelio es un desafío permanente, ya que “ Ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida, nos lleva a asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano.
El amor de misericordia para con todos los que ven vulnerada su vida en cualquiera de sus dimensiones, como bien nos muestra el Señor en todos sus gestos de misericordia, requiere que socorramos las necesidades urgentes, al mismo tiempo que colaboremos con otros organismos o instituciones para organizar estructuras más justas en los ámbitos nacionales e internacionales.
Urge crear estructuras que consoliden un orden social, económico y político en el que no haya inequidad y donde haya posibilidades para todos. Igualmente, se requieren nuevas estructuras que promuevan una auténtica convivencia humana, que impidan la prepotencia de algunos y faciliten el diálogo constructivo para los necesarios consensos sociales (DA 384).
Esta Cuaresma Misionera es una maravillosa oportunidad para salir al encuentro del otro, especialmente del más débil y necesitado. Es el momento de encontrarnos con la vida.